Tras leer El crepúsculo de los ídolos, a uno -que no esté muy contaminado por un estudio previo del autor, y eso es lo que yo busco- le rondan básicamente tres ideas generales sobre el tema.
Tres ideas generales
1. La historia de la filosofía está llena de malentendidos hasta que el bueno de Nietzsche entra en escena e ilumina nuestras decadentes consciencias.
2. Sócrates y Platón eran unos moralistas patéticos que traicionaron el auténtico espíritu griego basado en entregarse a los instintos, en un estado superior de orgía permanente. (Vaya, ¡ya sabíamos que ese estado era superior!)
3. La Iglesia (cristianismo y derivados) es lo peor de lo peor, mientras que la filosofía de Nietzsche es la number one y además mola mogollón.
--> Corolario del 3. Según el propio Nietzsche: Nietzsche es el primer maestro alemán de los aforismos y Así habló Zaratustra es el libro más profundo dado nunca a la Humanidad.
Paso a desarrollar los puntos anteriores:
1. La lista de malentendidos que Nietzsche no comete son: la filosofía de Sócrates, el espíritu griego antiguo, la moral de la mejora, la moral cristiana, el error del ser, la necesidad de Dios, la distinción mundo aparente/verdadero, la paz del alma, la necesidad causal, la confusión causa/consecuencia, la necesidad de finalidad, la voluntad libre, los hechos morales, la idealización, el sistema educativo alemán... y cada dos páginas uno más.
La mayoría de malentendidos lo son porque no existen, los hemos inventado a nuestra imagen y semejanza. Otros, en cambio, son malas interpretaciones de algo que nunca fue así.
2. Sócrates era muy feo, pero eso no era lo peor, además utilizó su dialéctica para aplacar la anarquía que imperaba entre los griegos en un estado tiranizado por los instintos. Y su contratirana es, justamente, la Razón. Este ídolo griego -junto con Platón- es algo así como un precristiano en lo moral pues comienza a alejarse del estado dionisíaco de los antiguos para ensalzar la razón, la dialéctica y de rebote, los conceptos morales, que confluirán con la moral cristiana. Esa idea de que Razón=Virtud=Felicidad es falaz. La moral (la que permita esa Virtud) es la moral de los débiles, de los que ya no tienen otro recurso para defenderse. Por ello, la imposición general de esa moral es el comienzo de la decadencia.
No es que el Virtuoso encuentre la Felicidad, más bien al contrario: el Feliz suele actuar de un modo en apariencia Virtuoso pues no necesita actuar de otro modo. Este sería un ejemplo de otro de los malentendidos históricos: el de confundir las causas con las consecuencias.
3. La Iglesia, el cristianismo y derivados, la institucionalización de la moral, el altruismo, Dios... todo se alza en un paisaje de decadencia donde el hombre ha sido domesticado y pasó a ser engañosamente libre. Esa libertad es una trampa pues nos hace responsable de los actos según una moral dominante, de modo que somos susceptibles de ser culpables de ellos. El cristianismo es una metafísica del verdugo.
La Iglesia es lo contrario de la auténtica vida y su moral es castradora de los instintos y del cuerpo. En otro aforismo hipermegaguay: La vida termina allí donde empieza el Reino de Dios.
¡Por supuesto! ¡Por fin alguien que habla claro! Después de San Anselmo y de Kant, encontramos a quien no tiene pelos en la lengua y no se deja engañar.
Reflexiones a propósito de...
Su discurso es en algunos momentos increíblemente actual. Ahora, liberados en parte de la Iglesia de otros tiempos -aunque no totalmente- somos esclavos de una moral sutil, de lo que es políticamente correcto según la moda de turno y donde el que se sale del guión es señalado por los moralistas institucionales; como decía Serrat en aquella célebre canción: por los macarras de la moral. Vivimos en la Hipocresía y el Autoengaño permanentes.
Este es nuestro estado de decadencia absoluta. Condenamos y legislamos la más mínima acción a golpe de titular. Tachamos de terroristas, de violentos, de delincuentes y de piratas a cualquiera que se salga de lo establecido, a cualquiera que perjudique al stablishment mientras guardamos nuestro mísero dinero en bancos que invierten en empresas de armamento que alimentan las guerras que tanto rechazamos. Con una mano alimentamos a los perros de la moral para que nos muerdan la otra cuando sea conveniente. Y durante el proceso encendemos la televisión y asistimos a maratones altruistas de campañas que lavan la consciencia que no tenemos. ¿Y que nunca nadie tuvo?
Porque, ¿existe o existió realmente esa consciencia moral -pseudocristiana, en nuestro caso-?, ¿o es, como dice Nietzsche, un malentendido más, una ilusión sólo útil para los débiles, un estado de decadencia de quien se ha alejado de los instintos y la voluntad de poder, del espíritu dionisíaco?. ¿Nos creemos realmente eso de la democracia, la igualdad social y el bienestar de la mayoría como final feliz o somos tan ciegos, estúpidos o hipócritas que preferimos vivir en ese estado de engaño dialéctico iniciado -quizá- por Sócrates?
Sin duda, aunque individualmente puedan apuntarse cientos de argumentos a favor o en contra, como rebaño parece que, efectivamente, el envolvernos de moral es un acto flagrante de decadencia...
En resumen, leer a Nietzsche es un soplo de aire fresco, a pesar de su egocentrismo, a pesar de su inquietante discurso, a pesar de todo, a pesar de que...
¡estaba como una puta cabra!
3 comentarios:
Una lectura personal e interesante con un toque de humor irónico que, aunque creo que no casaría demasiado con el sentimiento trágico nietzscheano, ha sido divertido encontrársela.
Salute !
Vuelve ardiendo el verano
en estas brasas de infancias,
arden las estrellas en su cielo de carbón,
arden los montes,
la sed del fuego.
Arden nuestros cuerpos acostados
en las arenas de las playas,
arde el centro de nuestro mundo,
ardiendo nuestros ojos,
buscando consumirse en el oleaje.
me encanto tu blog...
las palabras son nuestro cultivo existencial, y tu existes!
disfruta tu verano
Gracias Edmundo v y cuchhhi por vuestros comentarios.
Cultivemos la mente pero también el cuerpo, como buenos discípulos de Dionisio.
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