sábado, mayo 26, 2007

Sobre el pensamiento fraccionario y la Totalidad (II)

Algunos ejemplos de pensamiento fraccionario

Parece que muchas fronteras impuestas inicialmente por el sentido común o la lógica (recordemos que el sentido común y la lógica serían productos de la Primera Fragmentación de la Totalidad) han ido diluyéndose tras un estudio más detallado y profundo. El progreso en este sentido es relativo, ya que unas fronteras han sustituido a otras. Por tanto, no se progresa eliminando fragmentaciones sino llevándolas –en muchos casos- de lo general a lo específico. La resistencia natural a transformar una fragmentación se sostiene habitualmente mediante un truco de la lógica autoconsistente que describiré más adelante.


Mundo sublunar / Mundo supralunar

Ésta es la clásica frontera aristotélica entre lo que se corrompe, lo mortal (lo que está debajo de la luna, el mundo terrestre) y lo eterno, lo divino (lo que está más allá de la luna, el mundo celeste: las estrellas fijas y los planetas). Esta fragmentación nos lleva a pensar que las propiedades y leyes de estos diferentes mundos son también diferentes. Aunque pudiera sostenerse que existía una influencia del mundo supralunar hacia el sublunar, esta influencia no se daba en sentido contrario por lo que ninguna relación podía extraerse que unificara el saber de un mundo con el otro.

Esta concepción será insuficiente cuando se estudien nuevos fenómenos gracias a instrumentos como el telescopio, que pondrá en evidencia que pueden existir explicaciones también basadas en la lógica que unificando los dos mundos en uno sean más satisfactorias (den cuenta de más fenómenos y de un modo más simple). La unificación más evidente se dará con la teoría de la gravitación universal de I. Newton.

Mundo Humano / Mundo Animal

Esta frontera separa lo que se suponen cualidades únicamente humanas del resto de la naturaleza. Es decir, tras observar el comportamiento y cualidades en nosotros mismos se llega a la conclusión de que todo aquello que no es nosotros mismos (el resto de seres vivos) no las tienen. Y no las tienen porque no son humanos y lo humano es aquello que -mediante ciertos criterios- sí vemos en los humanos. Aunque pueda parecer una tautología, es lógico llegar a esta manera de pensar, del mismo modo en como Aristóteles veía la corrupción de los cuerpos debajo de la luna pero nunca encima.
De nuevo, un estudio detallado de la naturaleza engrosa la lista de observaciones difíciles de explicar mediante esta simple fragmentación. La Teoría de la evolución por selección natural rompe parcialmente esta concepción, siendo –todavía hoy- perseguida y ridiculizada por ser contranatura. Lo que es natural, por tanto, equivale a lo que es fraccionario, porque es la fragmentación de la realidad la que nos define inicialmente como seres conscientes. Ir en contra de esa fragmentación (Humano/Animal) es tratado casi de forma instintiva como antinatural.

Otra manera de fraccionar más sutilmente la realidad es pensar que aún teniendo una evolución u origen común y aceptando que leyes iguales pueden regir a humanos y no humanos, el humano dispone de cualidades exclusivas que no se dan en ningún otro animal: la moralidad o la capacidad de simbolización. De nuevo, lo natural es pensar así, ya que la postura fraccionaria facilita u origina finalmente la empatía, y los principales destinatarios de esa empatía son el resto de individuos humanos. Lo lógico es ver ahí, en los propios individuos humanos, una persistente fragmentación con el resto de seres vivos.

Las teorías que admiten las raíces de la moralidad en primates quedan replicadas con el argumento de que es nuestro prisma humano el que nos hace ver similitudes entre los animales y los humanos, pero que eso no implica que las haya. Contra el argumento de que todas las interpretaciones que podamos hacer de nuestro estudio de los animales están contaminadas de nuestra propia humanidad, poco puede decirse.
Ahora bien, si aceptamos como cierto ese argumento llegaremos a la conclusión de que el mero hecho de afirmarlo es producto de esa misma contaminación de nuestra humanidad, porque sino, ¿cómo estando permanentemente influenciados por nuestra visión de nosotros mismos podemos llegar a la conclusión de que estamos permanentemente influenciados por nuestra visión de nosotros mismos? El propio argumento, sin duda, es también resultado de nuestra imparcial mirada hacia el mundo y así ad infinitum. Este aparente callejón sin salida es insalvable desde la lógica aristotélica de la fragmentación porque utiliza una nueva lógica de carácter autoconsistente, en la cual aquellos elementos expuestos en el esquema de la Primera fragmentación de la Totalidad del anterior ensayo no son válidos. Escapamos así de la posibilidad de huir de la fragmentación.

Por un lado, mediante la lógica clásica fragmentamos la realidad; por el otro, mediante una lógica autoconsistente, argumentamos que esa fragmentación es insalvable. He ahí el quid de la cuestión y la solución al problema. En mi opinión, el origen de la fragmentación y su defensa argumentativa se apoyan en lógicas diferentes, lo cual -de algún modo- invalida las reglas del juego. Una analogía de esto sería:

Conclusión de la Lógica 1: Existe B y C, luego definimos que A = B + C
Conclusión de la Lógica 2: Todo es A.

Si manejamos ambas conclusiones, vemos que en algún momento perdemos la capacidad de referirnos a B y a C, puesto que todo es A. Pero si todo es A, según la Lógica 1, todo es B + C. Pero según la Lógica 2, B y C no están definidos, sólo lo está A...
Se trata de una aparente desfragmentación sobre la fragmentación, diferente de lo que sería la vuelta a la Totalidad desde la fragmentación.

Sobre el tema de los mundos humano/no humano, cabe decir que cualquier teoría que pretenda unificar ambos y dar una explicación continua (en el sentido de una función continua matemática) de todo lo biológico, es igualmente fraccionario. La realidad biológica, por ejemplo, se fragmenta en especies. Una especie termina y comienza otra. Esta frontera, basada en criterios reproductivos (miembros de 2 especies distintas no pueden reproducirse) fragmenta la realidad poniendo un límite arbitrario, aunque evidentemente útil para su estudio. También fragmentamos la realidad en genes distintos, intentando describir el proceso en el que un gen difiere de otro, llegando hasta el último infinitesimal paso que lo hace diferente a nivel molecular si es preciso. Y al final nos toparemos con el concepto de átomo, y luego, de partícula, que es una de las fragmentaciones en las que se basa el paradigma físico actual.

Mundo partícula / Mundo No partícula

Lo natural es, de nuevo, reproducir nuestra visión cotidiana hacia lo que no percibimos cotidianamente. Y lo que no percibimos es lo más grande y lo más pequeño. Hacia lo más pequeño, los componentes últimos de todo lo que vemos aplicamos la fragmentación de pensar lógicamente eso: que hay componentes últimos, y que su suma o unión da cuentas de todo lo demás.
Así, llegamos al concepto de partícula (heredero del atomismo de Demócrito), confirmado incesantemente por las observaciones, tras las que asignamos propiedades y cualidades a unos componentes cuya razón de ser es en última instancia, arbitraria. Porque, ¿qué es aquello que no es partícula? El espaciotiempo es el marco conceptual en donde colocamos nuestra fragmentada realidad y a la vez, el marco y el contenido son en sí mismos el resultado de otra fragmentación.
Observaciones más detalladas –y aquí, más que observaciones son especulaciones matemáticas- nos hacen creer que una descripción más elaborada del espaciotiempo y de las partículas nos llevaría a unificar ambos conceptos, siendo estas últimas algo así como estados dimensionales especiales del espaciotiempo. De nuevo, parece que puede superarse la fragmentación! Pero surge, como siempre una nueva fragmentación: la que fragmenta el Todo en dimensiones. Una dimensión, otra dimensión, etc… hasta 10 ó más dimensiones en algunas teorías.
Como siempre, hemos pasado de una fragmentación a otra, aunque mucho más específica, más especulativa…
Y de nuevo, la pregunta: ¿es posible escapar de todas las fragmentaciones y obtener algún tipo de visión de la Totalidad?...

(continuará)

Agradecimientos: a las aportaciones de Edmundo V a través de sus discusiones, tras las que salimos y volvemos a nosotros mismos transformados, mediante la dialéctica.

martes, mayo 22, 2007

Sobre el pensamiento fraccionario y la Totalidad


Según D. Bohm, nuestra visión de la naturaleza es engañosamente fraccionaria. La manera como manejamos nuestros conceptos – incluido el hecho de manejar conceptos diferenciados- nos hace incurrir constantemente a una fragmentación de la realidad que nos lleva a conclusiones poco satisfactorias como, tal vez, esté ocurriendo actualmente con las teorías cuánticas y las del estudio de la conciencia. (Como, por ej., pensar que existen partículas y que son algo diferente del espaciotiempo, o que los pares de fotones opuestos son dos partículas diferentes)

Tal vez, todo comenzó con el reconocimiento de uno mismo. En algún momento de nuestra evolución, uno de nuestros antepasados comenzó a sentirse parte divisible del entorno. Él era él, diferente de lo que no era él. Aquí comienza la aceptación consciente de la primera fragmentación de la realidad. (Lo anterior a ello, podemos llamarlo, entonces, Totalidad). Esta fragmentación, es comienzo de lo que luego llamamos lógica clásica o aristotélica con toda su retahíla de silogismos, que utilizamos habitualmente para entender nuestro mundo.
Me gustaría discutir este tema y aportar algunas reflexiones personales en un primer ensayo de tipo, novedosamente para mí, filosófico.

Primera Fragmentación de la Totalidad

Un ejemplo de cómo se desvanece la Totalidad podría ser el siguiente:

T es la Totalidad
Y es el individuo consciente
N es lo que no es el individuo consciente.
T = Y + N (aquí, la suma denota unión de conjuntos)
Por otro lado, si algo no pertenece a Y , es que pertenece a N
Si algo no pertenece a N, es que pertenece a Y.
Todo es o Y o N.
Nada es Y y N.

A veces, se pretenden buscar otras maneras de pensar entre miembros de nuestra misma especie, lo que invalidaría la universalidad de la lógica. Se trata de exponer ciertas premisas a individuos de diversas culturas para ver si utilizan el mismo silogismo que nosotros.

Al exponer,
Si llueve mucho, crece el maíz.
En América llueve mucho.
¿En América crece el maíz?
La respuesta de determinados pastores alejados de la contaminación lógico-filosófica occidental es la siguiente:
"No lo sé, nunca he estado en América."

Este experimento social se pone frecuentemente como ejemplo de que el silogismo básico de la lógica aristotélica no es Universal o al menos, debemos tratarlo con cierta relatividad en nuestros juicios.
Personalmente estoy en desacuerdo con esa afirmación. Los pastores del ejemplo están utilizando exactamente nuestro mismo silogismo. Están pensando lo siguiente:
“Si hubiera estado en América sabría si crece el maíz. No he estado en América. Luego, no sé si allí crece el maíz.”

Pare ellos, la premisa de que la lluvia hace crecer el maíz no es tan relevante como la de haber estado allí. El haber estado o no allí te aporta un conocimiento más fiable para saber si crece o no el maíz. En definitiva, el silogismo, la lógica subyacente, es la misma, sólo hay una diferencia en la jerarquía de importancia dada a las premisas. En mi opinión, somos el resultado de aquella primera fragmentación que nos hizo autoreconocernos como diferentes al resto y vivimos inmersos en ella con una base lógica común.
[Al hablar de autoreconocimiento, no me refiero al sentido de consciencia reconocida en otro de Hegel, sino a una primera separación del yo respecto del resto]

Un esquema aventurado

Esta manera de pensar, la fraccionaria, es quizá la vía evolutiva que nos permite vivir y ser empáticos con el resto. La visión de lo que es diferente a nosotros (a nivel consciente y deliberado) nos aporta la capacidad de ponernos en el lugar del otro, de imaginar lo que el otro va a experimentar en respuesta a determinados actos, tanto si es placentero como doloroso. Aquí, en mi opinión, reside la raíz de lo que luego, llamaremos conducta moral. La conducta empática, presente en humanos, y otros simios, sirve de trampolín para la riqueza conceptual de la ética social: conceptos como lo bueno, lo malo, el sentido común, etc…

Me siento tentado a esquematizarlo:

Consciencia de uno mismo -> Fragmentación -> Empatía -> Etica/Moral

Dónde situar el lenguaje, tan evidente en los humanos, será tema de otro ensayo. En mi opinión, lo que llamamos lenguaje lo relacionamos con un concepto engañoso, fragmentando también la realidad y poniendo un límite arbitrario entre lo que es lenguaje y lo que no lo es.
Pero es que siempre vamos a caer en la fragmentación. Volvemos a ver causas y efectos de un modo engañoso en este esquema. La consciencia no causa la fragmentación, tal vez lo que ocurre es que es la fragmentación misma. Es nuestro lenguaje el que una y otra vez nos fragmenta la realidad. Pero evidentemente, nosotros no percibimos la fragmentación como tal, ya que para ello, deberíamos ser conscientes de la Totalidad, que es justamente lo único que no podemos ver de un modo consciente, ya que la consciencia misma sería el comienzo de la negación de la Totalidad y la aparición de la primera fragmentación… ¿Es todo esto un simple juego mental o podemos obtener algún conocimiento válido de nuestras reflexiones?

De algún modo, la lógica de la fragmentación es el avance consciente para estar consciente, para que la consciencia cumpla su función (Y aquí hay un prejuicio del lenguaje, el de que todo tiene una función). Y viceversa, si no hay consciencia no puede haber lógica de la fragmentación, puesto que todo es Totalidad.

Evidentemente, el lector de estas líneas puede alegar que el concepto mismo de Totalidad, T es el resultado de una reflexión hecha desde la fragmentación, de la que no conseguimos desprendernos. Totalmente cierto. ¿Es entonces posible escapar del pensamiento fragmentario manteniendo la consciencia de uno mismo? Si intentamos responder a esta pregunta desde la lógica aristotélica, nuestra respuesta será negativa…
(continuará)

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