¿Puede la física sostener como teoría la existencia de Dios?
Ataquemos el tema por un camino aparentemente inconexo con la idea tradicional de Dios.
Todo está hecho de átomos, como dijo el gran físico R. Feynman (por todo, también se refería al espacio, a la energía, etc…). La combinación de estos átomos (según las propiedades químicas conocidas) da lugar a la enorme variedad biológica presente a nuestro alrededor, y a la vida consciente en última instancia.
La consciencia se mantendría en un soporte físico (aunque éste no sea suficiente para explicarla) como esa biología que podemos describir mediante reacciones químicas y señales eléctricas entre células (en concreto, la sinapsis neuronal). Las señales electromagnéticas y el estudio de los átomos darían fe de ese soporte físico de la consciencia.
Aunque, tal vez, este reduccionismo atómico no es suficiente. Quizá, como apuntan las teorías de la consciencia bajo la corriente del funcionalismo, es necesaria una cierta estructura (una disposición especial de las partes) para que aparezca la consciencia. Esta idea va más allá de las consecuencias de una teoría únicamente basada en reducir la consciencia a la suma de sus partes, de modo que nos da una visión de totalidad (holística). Así, algunas partes aparentemente no relacionadas conformarían un resultado global dando fe a algunos procesos biológicos de difícil explicación, como la morfogénesis. Abren también la puerta a la inteligencia artificial como estructura. La consciencia no es la suma de sus partes, así que el modelo reduccionista no bastaría. En algún momento, la aparición de una estructura es, en sí misma, parte del resultado global.
No obstante, después de esta reflexión sobre las teorías holísticas de la consciencia, retornemos a la física de la que somos víctimas como observadores locales –y por tanto, parciales- de lo que es la vida y la consciencia.
Consideremos
Reconsideremos.
¿Es el cosmos mismo una consciencia cuyos pensamientos desembocan en lo que finalmente percibimos como leyes físicas? Evidentemente, no tenemos ninguna idea de hasta qué punto una consciencia así podría parecerse a lo que conocemos (o, más bien, desconocemos) como consciencia. Nuestra percepción de la consciencia es esclava de sí misma, y a la vez todo parece indicar la existencia objetiva de
Imaginemos por un momento la existencia de otro tipo de consciencia, que no perciba el tiempo de igual modo (debido a su ámbito global, y sea lo que sea el tiempo) y que esté, quizá, por encima de la causalidad de un modo que no podamos entender… ¿es esa una nueva imagen de Dios que la ciencia pudiera admitir en el futuro?
Si así lo fuera, la correspondencia con muchas religiones es directa: Dios nos ha creado, está en todas partes y sus caminos son inescrutables...